Sé que normalmente nos sugieren agradecer. Sin embargo, yo la mayoría de las veces empiezo desahogándome.
Desahogando lo que quisiera no estar sintiendo, lo que callo, lo que pienso cuando aprieto los labios más preocupada por no molestar que por ser.
Vuelco oraciones mal escritas, rayones tan íntimos que nunca fotografiaría, y confesiones que en un acuerdo no verbal, me prometí guardar.
No voy a decir que sea fácil. Yo por mucho tiempo preferí guardar emociones como si del mayor secreto se trataran. Lo que pasa es que no se puede vivir así.
Es como si cada expresión guardada aplastara un poco más nuestra creatividad, nuestra intuición, y nuestros dones.
Libreta que inspira "I´m Home" de Giraluana
Hay emociones que no solo no solemos expresar, sino que no nos permitimos ni sentir porque son incómodas o porque creemos que estamos mal por sentirlas.
Creemos que deberíamos poder aguantar. Creemos que deberíamos poder seguir. Creemos que deberíamos incluso, agradecer. Y así, juzgándonos por no ser "mejores", nos sofocamos y ahogamos.
¿Y si esa emoción que no quieres ver ni sentir te esta diciendo algo? Y si tu mente no tuviera la razón y esa emoción fuera la mejor guía de tu camino, ¿A dónde te llevaría? ¿De dónde te alejaría? ¿Qué te está susurrando?
¿Y si esa emoción solo necesita que las veas como tu necesitas verte a ti misma, a ti mismo, a los ojos y con compasión? Tal vez, solo necesitas verla, reconocerla...
Entendemos lo que una emoción nos quiere decir cuando nos sentamos a escribir.
No voy a decir que sea fácil, solo que el simple hecho de reconocer cómo estamos, es liberador.
Hacer una pausa para voltear a vernos es un acto de valentía que libera nuestra creatividad, nuestra intuición y nuestros dones.
Hacer una pausa para permitirnos sentir es un acto que honra nuestra creatividad, nuestra intuición y nuestros dones.
Desahogarnos, podemos empezar por ahí cuando nos sentamos a escribir.
Hasta el próximo jueves.
-Carla.
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